Psalms 70

Confiada oración del anciano

1
1 ss. Los LXX traen en el epígrafe, sin duda tomado de una antigua tradición judía, una alusión a los hijos de Jonadab, los célebres Recabitas elogiados en Jeremías 35 (cf. IV Reyes 10, 15 y 23; I Paralipómenos 2, 55). Quizá llegado a la ancianidad, el Rey Profeta se consuela en este Salmo, considerando las maravillas que el Señor hiciera en su favor (cf. III Reyes 1, 4 y nota), y esa experiencia (versículos 7 y 20) lo confirma en la confianza (cf. Salmo 62, 7 s. y nota) de que Dios no lo abandonará en sus últimos días (versículos 9, 14, 18, 21). El versículo 1 fue tomado para el final del Te Deum (cf. Salmo 32, 22) y es el mismo con que comienza el Salmo 30. Ambos Salmos son una oración ideal para los ancianos que quieren hallar en Dios fuerza y alegría, habiendo visto la falacia de todo lo humano. Si este poema se colocase a la vista de todos sería una inagotable fuente de consuelo para los desvalidos de este mundo.
En Ti, Yahvé, me refugio,
no me vea nunca confundido.
2
2. Por obra de tu justicia: No porque yo lo merezca (cf. Salmos 129, 3; 142, 2) sino porque Tú eres el Justo, el Santo, el Misericordioso. Cf. Romanos 3, 26 y nota.
Líbrame por obra de tu justicia
y sácame del peligro;
inclina a mí tu oído y sálvame.
3Sé para mí la roca que me acoja,
el baluarte seguro en que me salves,
porque mi roca y mi alcázar eres Tú.
4
4 ss. Dios mío (Elohai, como en el versículo 12). El objeto de mi confianza (versículo 5): Así también Calès. Desde el seno materno (versículo 6): cf. Salmo 21, 10.
Líbrame, Dios mío,
de las manos del inicuo,
de las garras del impío y del opresor,
5porque Tú, Señor, eres mi esperanza;
Tú, Yahvé, el objeto de mi confianza
desde mi niñez.
6En Ti he descansado
desde el seno materno,
desde el vientre de mi madre
Tú eres mi protector;
mi esperanza ha estado siempre en Ti.
7
7. Se asombraron de que mi nulidad pudiese tanto, y eras Tú quien obraba en mí. David, mejor que nadie, podía decir esto al recordar las maravillas con que Dios lo exaltó al verlo humilde como un niño. Cf. II Reyes 7, 18 ss.
A muchos he aparecido como un portento,
porque Tú eras mi poderoso auxiliador.
8
8. Sobre el valor de la alabanza véase Salmos 49, 14; 55, 12; 56, 8, etc.
Llénese mi boca de tus alabanzas
y de tu gloria todo el día.
9
9. “En el tiempo de la vejez:” ¿Quién no sentirá la necesidad de hacer esta oración? Es un móvil elocuentísimo para llevarnos a la humilde confianza sobre todo ante promesas como las del versículo 20 c.; Salmos 22, 6; 90, 10 s.; 91, 14; 102, 5, etc.
No me deseches en el tiempo de la vejez;
cuando me falten las fuerzas
no me desampares;
10
10 s. En estas persecuciones David fue fiel figura de Cristo (cf. Salmo 21, 9; Mateo 27, 43).
pues ya hablan de mí mis enemigos,
y espiándome se conciertan a una,
11y dicen: “Dios lo ha abandonado;
perseguidle y prendedle,
pues no hay quien lo libre.”
12Oh Dios, no quieras alejarte de mí;
Dios mío, apresúrate a socorrerme.
13
13. Pensamiento muy frecuente en los Salmos. Cf. Salmos 21, 12; 34, 22; 39, 15, etc.
Sean confundidos y aniquilados
los que atentan contra mi vida;
cúbranse de afrenta y rubor
los que buscan mi daño.
14Mas yo siempre esperaré,
y te añadiré alabanzas cada día.
15
15 s. Bien que no conozco su medida: O sea que la magnitud de tu bondad y de tus dones sobrepuja a cuanto yo pudiera pensar (cf. Salmos 91, 6; 138, 17). De ahí que en Salmo 50, 3 David lo invoque según toda “la medida de su misericordia”. Algunos, como Desnoyers, traducen: no tengo la ciencia de su número. Allioli entiende por esta ciencia la sabiduría oculta de donde nació mas tarde la Cábala judía. Así el sentido sería el mismo que se deduce de la Vulgata: “como yo no entiendo de literatura me internaré en la consideración de las obras del Señor”, lo cual coincide con la asombrosa y muy olvidada revelación de Jesucristo: el Padre ocultó, a los sabios lo que reveló a los pequeños (Lucas 10, 21; Proverbios 9, 4; Isaías 28, 9; I Corintios capítulos 1-3). Nada extraño tiene, pues, que el salmista solo quiera cantar una alabanza: la de ese divino Padre que así desconcierta a todos los cálculos y previsiones humanas, y no quiera proclamar otra justicia que la del “solo Justo” (cf. Romanos 16, 27; Salmo 93, 11 y notas).
Mi boca anunciará, sin cesar,
tu justicia y tus favores,
bien que no conozco su medida.
16Entraré a hablar de las gestas divinas;
de Ti solo, oh Yahvé, proclamaré la justicia.
17
17. Sobre este carácter de Dios como Maestro de jóvenes y viejos, que tanto solemos olvidar, véase Salmos 17, 36; 93, 10; 118, 99 s.; Deuteronomio 4, 1; Isaías 28, 9 y 46, 4; Oseas 10, 12; Miqueas 4, 2; Mateo 22, 16; Lucas 12, 12; Juan 6, 45; 14, 26; 16, 13, etc.
Desde mi mocedad
me has enseñado Tú, oh Dios,
y hasta el presente
voy predicando tus maravillas.
18
18 s. ¡Qué ideal: ansiar vivir, solo para dar a conocer a la generación joven las cosas que ha obrado el poder de Dios puesto al servicio de su misericordia! Es lo que dijo en el Salmo 65, 16 y lo que hizo el mismo Jesús (Juan 17, 6, 26). Cf. Salmo 21, 31; Tobías 13, 3 s.
En mi vejez y decrepitud
no quieras tampoco desampararme,
Dios mío, hasta que manifieste
tu brazo a esta generación,
tu poder a todas las venideras,
19y tu justicia, oh Dios, que toca los cielos.
En tan grandes cosas como hiciste, Dios
¿quién es como Tú?
20
20 s. He aquí el balance de su vida. Lo mismo puede decir todo el que mira hacia lo pasado y recuerda cómo la Providencia lo ha guiado y salvado con tanta sabiduría como bondad y paciencia. Cf. Salmos 33, 20; 102, 2 ss.; 56, 3 s.; 22, 1 ss.; 62, 7, etc. Tu magnificencia (versículo 21): Como bien observa Calès, aunque el texto actual dice “mi” en vez de “tu”, esta última lección está abonada tanto por el contexto y por muchos manuscritos de los LXX y de la Vulgata cuanto por el sentido que siempre corresponde a Dios. La Biblia es ante todo el libro de la gloria divina y de la pequeñez humana, y nada sería más inexplicable en ella que la oración de un hombre diciendo a Dios: “Acrecienta mi grandeza.”
Con muchas y acerbas tribulaciones
me probaste,
mas volviste a darme la vida,
y de nuevo me sacarás
de los abismos de la tierra.
21Multiplicarás tu magnificencia
y continuarás consolándome.
22Y yo, Dios mío,
alabaré con salmos tu fidelidad;
te cantaré con la cítara,
oh Santo de Israel.
23
23 s. “Cantar es propio del que ama.” Cf. versículos 6 y 8; 118, 54, etc. “Todo el día”: Véase Salmo 1, 2.
Y cuando te cante,
de gozo temblarán mis labios,
y mi alma que Tú redimiste.
24Mi lengua hablará todo el día de tu justicia,
porque han quedado confundidos
y avergonzados
cuantos buscaban mi mal.
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